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Durante una conversación llena de anécdotas, música y raíces, los artistas compartieron detalles íntimos de sus inicios, la dinastía Corrales y las vivencias que impulsaron sus proyectos musicales más recientes.
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Creativa Digital
El más reciente episodio de La Parranda de ORO Podcast reunió a dos voces que hoy se abren camino con fuerza en el vallenato: Bola Corrales y Camilo Quintero. Ambos llegaron a Barranquilla para presentar nuevos proyectos, pero antes, quisieron echar para atrás la cinta y contar esas historias que los formaron, los marcaron y los pusieron en la ruta musical que hoy defienden con orgullo.
Entre recuerdos familiares, raíces que se niegan a olvidarse y una trayectoria que combina disciplina, talento y resistencia, los artistas se sinceraron con Mike y con toda la audiencia digital que sigue la plataforma desde cualquier rincón del mundo. El resultado fue una charla íntima que permite entender de dónde viene cada nota, cada acorde y cada paso que han dado en su vida profesional.
Bola Corrales abrió el episodio contando su conexión profunda con Valledupar, Urumita y Santa Marta, territorios que marcaron su vida personal y musical. Su infancia transcurrió entre estudios, vacaciones familiares y las famosas parrandas en su casa, donde artistas como Iván Villazón y Omar Geles llegaban para escuchar las canciones recién escritas por Fabián Corrales. Fue ahí, en medio de guitarras y versos, donde el joven Bola descubrió que tenía oído y memoria privilegiada: con apenas 10 años completaba las letras que Fabián olvidaba mientras probaba sus composiciones.
Además, Bola explicó el árbol genealógico que une a la dinastía Corrales, una línea musical que incluye nombres como Fabián Corrales, Silvestre Dangond y Chema Corrales. Aunque todos tomaron caminos distintos, las raíces familiares compartidas moldearon un legado que hoy sigue dando frutos en nuevas generaciones dispuestas a defender el vallenato auténtico y parrandero.
Por su parte, Camilo Quintero, nacido en Riohacha, narró cómo inició en la música a los seis años, cuando recibió su primer acordeón. Aunque no proviene de una dinastía musical, encontró su camino en los festivales infantiles y en academias como Sendero de Acordeones, donde desarrolló su técnica. De ahí saltó a tarimas locales, agrupaciones estudiantiles y proyectos donde compartió escenario con artistas como Haffit David, experiencia que lo llevó a asentarse en Barranquilla y formar parte de una nueva etapa musical junto al Bola Corrales.
Durante la conversación, ambos coincidieron en que el vallenato también es una carrera de resistencia. Bola recordó cómo alternó su formación como odontólogo con los toques, los álbumes y sus proyectos, pasando incluso por largos silencios discográficos provocados por estudios, trabajo, la pandemia y la llegada de su hijo. Pero afirmó que, pese a las pausas, nunca ha dejado de sentir la necesidad de volver a grabar, porque “en la música, el que espera se queda, y siempre hay otro detrás avanzando”.