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En toda amistad siempre hay incondicionalidad, la misma que tuvieron Rafael Escalona y su gran amigo, Jaime Molina, el de las historias memorables. Esta misma hermandad la ha vivido uno que otro parrandero, al juntarse con sus entrañables compañeros: El vallenato y el trago, que juntos, como si se conocieran de toda la vida se disfrutan cada nota y cada sorbo de la vida.
Las parrandas, esos rituales llenos de magia y complicidad, son el escenario donde las canciones encuentran su voz. En cada acorde, en cada verso, se entrelazan historias, sueños y alegrías compartidas. La parranda es el alma del folclor vallenato, el espacio sagrado donde la música se convierte en un puente hacia lo más profundo de nuestras raíces.
Y qué sería de una parranda sin el brindis, sin el whisky que acaricia los labios y enciende los corazones. Desde el chirrinchi hasta los más selectos whiskys, cada trago es un tributo a la amistad, al compartir, al disfrute. El whisky, más que una bebida, se convirtió en ese alguien que es esperado con ansias, por eso fue bautizado como María Namén.
Esta mujer perteneciente a la alta sociedad vallenata fue comparada con esta bebida y desde ese momento no hay parranda en que no se mencione, ni canción que no la nombre, hasta el punto de llegar a un pleito legal.
Así, entre acordes de acordeón, notas de whisky y risas que se funden en la noche, la cultura vallenata se enriquece y se renueva. Estos elementos, tan diferentes y a la vez tan complementarios, dan forma a una tradición única, donde la música, la parranda y el whisky se entrelazan para crear un tejido de emociones y vivencias que perduran en el tiempo.
Quien es María Namén
María Namen, ha dejado de ser un nombre de uso privado, que antes identificaba únicamente a un miembro de la familia Namén, para convertirse en un patrimonio cultural vallenato, manoseado, asimilado y querido por muchos.
Proviene de la elegante señora María del Carmen Namén Rapalino, esposa de Alfonso Murgas, y hermana de un grupo de reconocidos políticos y abogados, entre ellos Jesús, Felipe e Ismael, dueños de una simpatía sin par.
Con tanta fuerza ha entrado el nombre de María Namén, vuelto símbolo renovado en el sujeto cultural vallenato, que ha transcendido el ámbito local, para ser de dominio y uso nacional, de tal forma que en muchas ciudades de la Costa Atlántica y otras del interior con masiva presencia de habitantes caribeños, ya se conoce esta presentación del Old Parr de un litro, que de ser masculino en su versión original ha pasado a ser femenino y de apellido Namen.
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