Colombia
Una noche de tensión se registró en la popular caseta La Tremenda donde se presentaba el artista en época de Carnaval.
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Creativa Digital
El Carnaval de Barranquilla no solo ha sido escenario de grandes conciertos, sino también de momentos inolvidables. Uno de ellos ocurrió en la caseta La Tremenda, y tuvo como protagonista a Diomedes Díaz. Joaco Guillén, su exmanager, lo revive con claridad, en entrevista con La Reina del Vallenato.
Fue ue una noche donde el caos estuvo a punto de reinar, pero una frase bastó para cambiar el rumbo. “Eso que te voy a contar no es cuento, es verdad”, dice Guillén, al recordar esa presentación en la que todo estuvo a punto de salirse de control.
La historia comienza en medio de una programación carnavalera en la que también se presentaba Beto Zabaleta. Según Guillén, cada agrupación tenía dos tandas. Cuando llegó el turno de Diomedes, no aparecía por ningún lado. “Lo llamaba y nada que llegaba, ya habían terminado las tandas de los demás y comenzaba el desespero”, explica.
La gente, impaciente y con expectativas altas —pues Diomedes ya había logrado erradicar su fama de no presentarse—, comenzó a lanzar botellas a la pista. Guillén, como representante, fue acorralado por el público. “Querían lincharme, me gritaban de todo”, recuerda el exmanager del Cacique.
En medio del caos, llegó Diomedes. Y como si supiera lo que debía hacer, se dirigió al público con una frase que desarmó la tensión: “¡Eso que están tirando botellas ahí no son de Barranquilla, porque a mí Barranquilla me recibe con aplausos!”.
La reacción de público fue inmediata. La multitud, que minutos antes estaba furiosa, estalló en aplausos. Muchos de los que habían lanzado botellas, limpiaron el escenario de los vidrios y ovacionaban al Cacique.
Guillén lo resume así: “Diomedes sabía que Barranquilla lo quería, y supo cómo jugar con eso. Esa noche fue un acto de inteligencia, pero sobretodo de amor por una ciudad que hizo parte de su historia musical”.
Y no era para menos. Para Diomedes, Barranquilla no era una plaza más. Era su “patio”, su refugio, su hogar artístico. “No era solo cariño, era un vínculo real”, dice Guillén. De hecho, asegura que el amor por esta ciudad superaba incluso al de Valledupar, su tierra natal.