Colombia
Desde niño escribió versos con el alma y convirtió las emociones más profundas en clásicos del vallenato. Hoy, Barranquilla resalta a un gran escritor, periodista, compositor, productor y gestor cultural.
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Por: Equipo de Redacción
Redacción Digital
Camilo Namén Rapalino no aprendió a escribir para redactar cartas de amor ni discursos políticos. Lo hizo para contar lo que sentía. Desde pequeño, en Chimichagua (Cesar), ya hablaba con la Ciénaga de Zapatosa, buscaba palabras que flotaran en el agua y las transformaba en versos.
A los 18 años compuso su primera canción, y desde entonces no ha parado. No es un compositor por encargo, dice él mismo. Escribe cuando la vida lo mueve, cuando un amor, un duelo o un recuerdo le sacuden el alma.
Ese niño que vendía cuca en pantalón cortico terminó siendo el autor de más de 110 canciones, grabadas por los más grandes del vallenato: Jorge Oñate, Diomedes Díaz, Iván Villazón, Beto Zabaleta, los Hermanos López y muchos más.
Camilo no compone adornos. Compone verdades. De ahí que canciones como Recordando mi niñez, Mi gran amigo o Las canas de mi vieja sigan emocionando décadas después. Porque en sus letras hay algo más que poesía: hay vida real.
En 1972 ganó el concurso de canción inédita del Festival de la Leyenda Vallenata con Recordando mi niñez, un paseo que muchos aún consideran uno de los más entrañables del folclor. Lo antecedió Mi gran amigo, inspirada en la pérdida de su padre, y escrita en un taxi, entre lágrimas.
Ahí está el secreto de su grandeza: en ponerle melodía al dolor sin perder el sentimiento.
Por todo esto y más, este 26 y 27 de septiembre el Festival Distrital de Música de Acordeón en Barranquilla lo tendrá como gran homenajeado. A sus 81 años, Camilo Namén será celebrado como lo que es: escritor, periodista, compositor, productor y gestor cultural.
Más de 40 acordeoneros se reunirán en su honor. Un concierto mundial, organizado por la Fundación Fesdimac y la escuela Talentos del Futuro, le pondrá música a una historia que merece ser cantada en cada rincón del Caribe.
Hoy, con bastón en mano y recuerdos en la maleta, sigue componiendo. Hace poco lanzó una nueva producción: Un compositor, una guitarra y una historia vivida, con 13 canciones (10 inéditas), incluyendo un merengue interpretado por su hijo.
Camilo no se detiene. Ni las nostalgias ni la vejez han podido apagar esa llama que nació en la ciénaga y se extendió por todo el país. Su voz sigue contando historias que no quieren envejecer.
Hombres como Camilo Namén no se repiten. Por eso su obra debe celebrarse, compartirse, enseñarse. Porque él no solo hizo vallenato. Él lo sostuvo, lo cuidó y lo defendió cuando parecía que se lo tragaba el tiempo.
Este homenaje no es solo un acto de justicia. Es un regalo a la historia. Porque cada vez que suene Mi gran amigo o Recordando mi niñez, sabremos que hay un Camilo vivo en cada canción.