Colombia
Una noche que prometía música y alegría terminó en susto, oración y agradecimiento. Así fue el vendaval que paralizó a Calamar, Bolívar, durante el concierto del cantante vallenato.
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Por: Equipo de Redacción
Redacción Digital
El sábado 26 de julio, el municipio de Calamar, en Bolívar, esperaba con entusiasmo la presentación del cantante vallenato Haffit David. La tarima estaba montada, los equipos sonaban bien y el artista ya hacía su prueba de sonido.
Pero la naturaleza tenía otros planes.
De un momento a otro, el cielo cambió. Un vendaval inesperado sacudió la estructura del escenario con fuerza. Los asistentes, entre risas y cantos, pasaron al silencio absoluto cuando una pantalla gigante se vino abajo. El susto fue general. El techo de la tarima también cedió parcialmente, ante la mirada atónita del público.
No hubo heridos. No hubo pérdidas humanas. Solo un gran sobresalto y una sensación colectiva de haber sido testigos de un milagro.
Minutos después del incidente, mientras los videos del colapso se viralizaban en redes sociales, Haffit David compartió una frase corta pero poderosa: “Siempre con nosotros, papá Dios”. Con eso bastó para transmitir lo que todos sintieron: alivio, fe y agradecimiento.
El mensaje fue replicado por su mánager, Cristian Sotillo Bueno, quien escribió: “Dios metió su mano”. Y es que el impacto de la pantalla gigante ocurrió justo durante la prueba de sonido, antes de que el concierto comenzara oficialmente. Muchos creen que si el colapso hubiera ocurrido durante el espectáculo, la historia sería muy distinta.
En medio del pánico, los asistentes comenzaron a evacuar. Algunos corrían, otros solo miraban sin entender.
“Estaba muy cerca de esa pantalla, fue un susto enorme. Gracias a Dios no pasó a mayores”,
— contó uno de los espectadores.
La rápida respuesta de los organizadores y del equipo técnico permitió evacuar a tiempo tanto al público como al artista y su staff. Nadie salió herido. Ninguna vida se perdió. Solo quedó el susto, los gritos, y una lluvia de mensajes agradeciendo a Dios por su protección.
Las redes se llenaron de frases como:
Fue un concierto que no se cantó, pero que tocó muchas almas.
Tras el incidente, las autoridades de Calamar anunciaron una investigación para verificar si la estructura del escenario cumplía con las normas técnicas y de seguridad requeridas.
Aunque no hubo víctimas, este evento encendió las alarmas sobre los riesgos en eventos masivos, sobre todo en temporadas con alta probabilidad de lluvias y vientos en la región Caribe.
También resurgió un tema fundamental: cómo actuar ante una emergencia en espacios públicos.
Ante una situación de riesgo, lo primero es mantener la calma. Identificar desde el inicio las salidas de emergencia es clave. No correr ni empujar, seguir las instrucciones del personal de seguridad, y alejarse de la zona de peligro tan pronto como sea posible.
En Calamar, esa noche, esos pasos se cumplieron. Y por eso hoy se habla de un susto, no de una tragedia.
El artista Haffit David no sufrió lesiones. Su equipo tampoco. Y aunque el evento fue suspendido, su mensaje fue claro: la vida es primero.
Lo sucedido en Calamar no solo mostró el poder inesperado del clima, sino también la importancia de estar preparados y, por qué no, de tener fe.
El vallenato puede pausarse por la lluvia, pero nunca se apaga del todo. Y si algo dejó claro esa noche es que la música también puede ser un milagro, cuando llega el silencio justo a tiempo.