Colombia
Junto al talentoso acordeonero Jesualdo Brochero, Ángel forma una dupla vallenata que no solo se escucha, se siente. Esta es la historia de dos soñadores que hicieron de la música su refugio y su motor.
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Por: Equipo de Redacción
Redacción Digital
Ángel Jaime Mejía no comenzó su vida soñando con micrófonos, sino luchando en silencio contra una enfermedad que le cambió la vida a los 14 años: el vitíligo. Esta condición autoinmune, que afecta la pigmentación de la piel, lo sumió en una batalla emocional profunda.
No podía jugar fútbol, ir al río ni disfrutar como cualquier joven. En medio del rechazo social y la falta de comprensión, llegó a contemplar la posibilidad de quitarse la vida.
Pero en el punto más oscuro, apareció una luz: la música. Fue en Cali, donde un tío con una agrupación vallenata le permitió ser "utilero".
En una noche casual, Ángel se atrevió a cantar. Su voz, aunque sin entrenamiento, emocionó a la audiencia. Fue también la mirada de una mujer que valoró su arte y no su apariencia lo que terminó por reafirmarle que el camino era ese: el vallenato
Desde ese momento, Ángel abandonó la universidad y abrazó la música como una misión. Su padre, incomprensivo al principio, le retiró el apoyo económico. Aun así, Ángel persistió.
Empezó componiendo con ayuda de sus tíos. Ganó un festival y luego, al no ver muchas puertas abiertas en el vallenato, pasó por orquestas de merengue. Pero su corazón no vibraba con otro ritmo que no fuera el del acordeón.
Bogotá lo recibió sin abrigo ni cama. Literalmente. Llegó en chanclas, durmió en el piso, se quemó la boca con un tinto por el frío y luchó noche tras noche por una oportunidad.
Cantó en discotecas como La Casa en el Aire, Casica y otras. Y aunque ganaba bien, Ángel quería ir por algo más grande.
Fue allí donde el destino lo cruzó con Jesualdo Brochero. Ambos conectaron no solo en la música, sino en la visión de vida. Jesualdo también había crecido en una familia melómana en un barrio de Barranquilla, escuchando a Los Diablitos y al Binomio de Oro. Su acordeonero favorito siempre fue Omar Geles, y su top incluye nombres como Israel Romero, Juancho Rois e Iván Zuleta.
Hoy, Jesualdo y Ángel Jaime recorren escenarios con una propuesta de vallenato fresco, sincero y profundo.
Su canción más reciente, "Gracias mamá", es un homenaje no solo a sus madres, sino a esa fuerza que los sostuvo cuando la vida tambaleó.
Ángel y Jesualdo cerraron la entrevista con un mensaje claro: las emisoras tienen un papel importante, no todos tienen un celular con internet a la mano, pero la radio sigue llegando a los rincones más olvidados. Por eso, hoy más que nunca, apoyar a los nuevos talentos es vital para que el vallenato siga latiendo.
El vallenato no solo es fiesta y despecho. También es lucha, es salvación y es esperanza. Descubre el resto de esta historia en ORO Podcast.