Colombia
El Papa Francisco será despedido con un funeral austero y sepultado en Santa María la Mayor, según sus reformas al rito papal.
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Por: María Paula Vargas Rodríguez
Creativa Digital
El Papa Francisco no solo reformó la Iglesia desde el púlpito: también lo hizo desde el rito de su propia despedida. Este lunes, a las 7:35 a.m., falleció Jorge Mario Bergoglio, y con él se puso en marcha una versión reformada del “Ordo Exsequiarum Romani Pontificis”, el protocolo funerario papal que él mismo modificó en noviembre del año pasado. Su último deseo: una despedida sencilla, sin ostentaciones, en sintonía con el estilo que lo definió durante más de una década como líder de la Iglesia católica.
Francisco será velado en la Basílica de San Pedro, donde los fieles podrán despedirse del primer pontífice latinoamericano. Pero en lugar del tradicional catafalco —la estructura elevada y decorada sobre la que se expone el cuerpo—, su ataúd reposará directamente sobre el suelo. Además, no se colocará a su lado el báculo papal, como dictaba la costumbre.
Tal como él mismo dispuso, el féretro será de madera sencilla con interior de zinc, rompiendo con la tradición del triple ataúd (ciprés, plomo y roble) usado en entierros anteriores. En su interior, como dicta la costumbre, se incluirá un pañuelo blanco sobre el rostro, un tubo con un pergamino que recoge sus principales obras y una bolsa con monedas acuñadas durante su pontificado: una de oro por cada año, una de plata por cada mes y una de bronce por cada día de su papado.
Quizás el cambio más significativo es el lugar de descanso final. Francisco pidió no ser sepultado en las grutas vaticanas, como la mayoría de sus predecesores, sino en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma. Ese templo fue uno de los más significativos para él, al que solía acudir a orar antes y después de sus viajes apostólicos. Su elección refuerza la imagen de un Papa cercano, devoto y poco dado a los honores excesivos.
La figura del cardenal camarlengo, hoy en manos del estadounidense Kevin Farrell, también protagoniza esta transición. Según la tradición, debía acudir a la habitación del pontífice y golpear su frente con un pequeño martillo de plata, repitiendo su nombre de bautismo para confirmar su muerte. Francisco eliminó este gesto simbólico: ahora, el anuncio oficial de su fallecimiento se hará en la capilla privada del Palacio Apostólico. Luego, Farrell retirará el Anillo del Pescador del dedo del Papa y lo destruirá, junto con el sello pontificio, para evitar posibles falsificaciones. Se sellará también la habitación en señal del cierre de un ciclo.
La fecha del funeral será determinada por una reunión plenaria de cardenales. Como sucedió con Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI, se espera que la misa exequial se realice en la Plaza de San Pedro, al aire libre.
Después del funeral se dará paso a las “Novendiales”, las misas en honor al pontífice durante nueve días consecutivos, iniciando con la ceremonia de sepultura. Paralelamente, el colegio cardenalicio comenzará los preparativos del cónclave para elegir a su sucesor.
La muerte de Francisco coincide con un Vaticano colmado de turistas y fieles, aún en el clima espiritual de la Pascua. Ayer, desde el balcón de la Basílica de San Pedro, ofreció su última bendición Urbi et Orbi, pidiendo libertad de pensamiento, religión y expresión, y haciendo un llamado a los líderes del mundo a no ceder ante el miedo, sino a actuar con solidaridad.
En vida, el Papa Francisco fue un símbolo de sencillez, de acercamiento a los más vulnerables y de reforma dentro de una de las instituciones más antiguas del mundo. En su muerte, eligió dejar un mensaje aún más potente: el verdadero poder está en la humildad.