Colombia
El Último Baile Tour ya agotó estadios y mientras suene el acordeón, Silvestre promete música honesta antes de cumplir su mayor anhelo: volver a su raíz.
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Por: Equipo de Redacción
Redacción Digital
En Barranquilla, Bogotá y Bucaramanga ya no queda un solo cupo. El Último Baile Tour de Silvestre Dangond y Juancho De La Espriella está llenando los estadios más grandes de Colombia, llevando el vallenato a donde solo llegan los ídolos. Más de 120 mil personas vibrarán con esta gira histórica que, como ellos mismos dicen, "es un sueño hecho realidad".
La emoción no solo es por las entradas agotadas: es la confirmación de que el vallenato sigue vivo, que tiene fuerza de estadio y alma de pueblo. Silvestre y Juancho lo saben, y por eso celebran con el silvestrismo este hito que no solo es suyo, sino de toda una cultura musical que conquista a multitudes.
Pero este tour es mucho más que una serie de conciertos. Es el inicio del conteo regresivo para un Silvestre que ya tiene fecha para despedirse: diez años más y colgará el micrófono. Lo reveló en una sincera entrevista donde habló sin miedo de la muerte, del futuro y de ese anhelo que lo persigue: regresar a su verdadera casa.
“No me voy a negar a nada porque el público lo merece. Yo también merezco hacer todo lo que mi cabeza piensa”, confesó.
Diez años de carrera quedan, pero serán los más auténticos, los más honestos. Un Silvestre que quiere dejar un legado en el vallenato, no solo por llenar estadios, sino por llenar el alma de quienes lo escuchan.
Más allá de los aplausos, Silvestre Dangond ya tiene claro dónde quiere terminar sus días: Urumita, La Guajira. Ese pequeño pueblo que lo vio nacer será su refugio, su lugar de paz. No solo quiere volver solo: está animando a amigos y familiares a comprar casas allí, a envejecer juntos, en comunidad, al ritmo del acordeón.
“Es un retorno a la raíz, a nuestras costumbres”, explica su amigo y compositor Alonso Slaja.
Y es que para Silvestre, vivir su vejez en Urumita no es solo un plan, es un acto de amor por su tierra, por su gente y por ese vallenato que lo hizo grande.
Silvestre Dangond es más que un artista. Es un símbolo de la nueva ola del vallenato, un embajador del folclor que, con modernidad y carisma, ha llevado la tradición a escenarios antes impensables para este género.
Sus inicios, su familia, su voz, su entrega y ahora su sinceridad sobre el futuro, dibujan a un hombre que ama lo que hace, pero que también tiene claro que el éxito no lo es todo si no se vuelve al origen.
Por eso, mientras en estadios el público grita y canta, Silvestre ya sueña con Urumita, donde el silencio solo lo romperá un acordeón... el mismo que empezó a sonar cuando era un niño.